Revista nº 196. Por que los politicos si y los banqueros no

POR QUE LOS POLITICOS SI Y LOS BANQUEROS NO

Tulio Rosembuj

Una ola de estupor sacude la sociedad. No hay día que no surja un favorecimiento oneroso a clientes, por así llamarlo, de cargos públicos políticos.

Es igual que se trate de Ayuntamientos, regiones, Estado y que se refiera al poder legislativo, ejecutivo, judicial. Una ancha y alargada mancha de aceite.

La verdad es que da un poco de pena. La corrupción política forma parte de las verdades de café. La dedicación de las personas a esa actividad, normalmente se considera, es porque no sirven para otra cosa. Así uno no toma en cuenta que hay individuos que sienten realmente una vocación de servicio público, sacrificando intereses inmediatos por los demás. Pero esto ha sucedido siempre: Nicolás Repetto, un destacado dirigente socialista dijo: cuando me dediqué a la política eché mi honra a los perros. Otros, injustamente acusados, optaban por la vía del suicidio.

La política, en cualquiera de sus expresiones, tuvo y tiene un coste personal altísimo, que, frecuentemente, no se toma en cuenta ni siquiera por sus protagonistas. A partir del cargo, el actor tiene que ser consciente que se acaba todo lo que antes le era consentido y que cualquiera de sus actos, intenciones, palabras, deben medir puntualmente su contraste con la verdad de los hechos.

Ahora, es peor porque los móviles e internet convierten en público aquello que previamente era un rumor o un chafardeo.

Uno, político, puede aceptarlo o rechazarlo, pero, lo que no debe es negarlo. La bayoneta, como decía Napoleón, sirve para cualquier cosa, menos para sentarse encima.

El Presidente de Israel es juzgado y condenado por acoso sexual y su equivalente alemán porque aceptó extraños préstamos de particulares. Hay Ministros que se enriquecen, otros que favorecen e inclusive los que aprovechan su poder para graduarse de Doctores (sic) o plagiar sus Tésis.

No es una cuestión de ley o de sanción. Las dictaduras, comunistas o fascistas, ilustran que la corrupción es peor que en cualquiera de los sistemas democráticos.

Ahora mismo en China, el fusilamiento se aplica a todos, menos a los representantes del Partido en el poder y sus familiares.

La aureola de santidad de Pinochet se acaba cuando se descubre su patrimonio oculto en un banco de los EEUU.

En verdad, el problema de la corrección política es exclusivamente un problema de los partidos políticos. Es a cada uno de ellos que corresponde el escrutinio de sus miembros, la selección de sus afiliados, la designación de los cargos. Si fallan los mecanismo de los partidos, no hay ni juez, fiscal, Inspector, que pueda contrastarlo con su particular esfuerzo.

Y esto es lo que está pasando en España, en Italia, en algunos países de América Latina. El error es de los partidos políticos. Pero, si esto es cierto, la solución no es tan complicada. Sería suficiente castigar políticamente al partido que lo permite. No vale la pena comentar las banalidades que distinguen entre imputado, acusado, condenado. Eso es un entretenimiento para párvulos. La verdad es lo contrario, la determinación judicial no importa para nada, puesto que sirve para contaminar al poder judicial.

El problema real es que al primer indicador de corrupción la responsabilidad política plena y absoluta, sin prueba en contrario, e inmediata debe asumirla el partido.

O sea, la punibilidad total debe pagarla el que eligió a su representante con la pérdida de cualquiera de los privilegios concedidos y de la naturaleza del cargo y representación. Se va el alcalde, se va el Presidente de la CCAA, se va el Presidente del Gobierno, se va el Diputado, se va el Senador y así sucesivamente. O sea, el partido pierde representatividad a medida que se hunde en casos de corrupción. Si la Fiscalía informa que en 2010 hay casi 700 causas abiertas en contra del PP y del PSOE, más o menos a la par, y CIU ; esto supondría una pérdida más que aritmética de representación castigada como se quiera para los mencionados.

De esta forma los propios partidos políticos tendrían más precaución a la hora de proponer candidatos.

La corrupción política, entonces, es un problema, pero no el más importante, porque puede resolverse atribuyendo una macroresponsabilidad a sus principales agentes. Veríamos, entonces, que la reacción ante la pérdida de poder político obra milagros en la ética y moral al uso.

En suma, si no se hace responsables directos a los partidos políticos, continuarà extendiéndose la mancha de aceite.

Esto, sin embargo, no tiene nada que ver con el increíble cinismo de los banqueros que contemplamos a diario.

Un sistema financiero en quiebra, con gestores indemnes, que cuesta al Estado y sus contribuyentes miles de millones de euros.

Un sistema financiero en quiebra con gestores indemnes que ha hecho lucro infinito de la mentira y engaño de sus clientes, del dinero ajeno, de los créditos regalados para su reventa posterior a entidades extranjeras.

Ahora dicen que la corrupción puede dañar la recuperación económica. Qué vergüenza.

La mayor de las corrupciones políticas es INFIMA respecto al daño provocado por la gestión privada bancaria y de las cajas de ahorro. La deuda bancaria hundió a España en la miseria, que no los gastos de comunión de una Ministra o el sobresueldo negro del político de turno.

Los moralistas antidemocráticos no cuestionan la caída de la imagen y credibilidad financiera provocada directamente por el sistema financiero. Prefieren la cutrez del político municipal, regional, estatal (¡un viaje de placer a Rusia¡).

El discurso antipolítico pretende ocultar las vergüenzas del sistema bancario.

Esto también es culpa de los partidos políticos. ¿Por qué ni el PSOE ni el PP nunca se plantearon enjuiciar, investigar, denunciar la corrupción bancaria y financiera?.Un pequeño país como Islandia ha culminado una investigación parlamentaria (nueve tomos publicados), una investigación política, una investigación judicial sobre los principales bancos y banqueros que le condujeron al desastre.

Por cierto, Islandia castiga a los banqueros; no paga a sus acreedores usurarios extranjeros y es un país en crecimiento que no cumple con la idea neoliberal alemana y europea. Es un claro ejemplo de alternativa.

Los políticos se merecen lo que les sucede. Pero, es peor el comportamiento de los banqueros, que se lo merecerían mucho más y que, sin embargo, no han debido responder de sus comportamientos societarios indebidos en forma pública e individualizada. Tiene gracia que ahora pretendan dar consejos éticos y morales.

No hubo Parlamento, ni juez .No hay fiscal ni Inspección que se atreviera. Bien, pues entonces que los representantes políticos paguen por el uso de móviles, cenas fastuosas, coches oficiales, viajes de placer, en suma, que paguen por su tremenda idiotez.