Revista nº 197. De payasos, populistas y demagogos

DE PAYASOS, POPULISTAS Y DEMAGOGOS.

Tulio Rosembuj

1.Las recientes elecciones en Italia abren la caja de los truenos. Es increíble lo poco democráticos que somos ante la diferencia de opinión. El respeto democrático se basa en generales coincidencias con lo sabido. Pero, si afloran sorpresas, metáforas no convencionales, ni siquiera sabemos que decir. O mejor, hablamos de payasos, populistas, demagogos, como si el descrédito se funda en que aquellos que lo dicen representaran la seriedad, la responsabilidad, el bien común.

Europa sabe mucho de payasos. Tuvo a Hitler en Alemania, a Mussolini in Italia, a Franco en España, a Oliveira de Salazar en Portugal. En fin gran parte del siglo XX se le debe al circo de sangre europeo.

Europa sabe mucho de populistas y de demagogos. Gran parte de la cultura política del siglo pasado es la del populismo y la demagogia europea (nazismo, fascismo,)

Berlusconi o Grillo reciben todos los epítetos, sin pensar que hay millones de votos que los soportan. Podría decirse que también Hitler o Franco los tuvieron. Pero, la diferencia es que en ninguno de los casos las propuestas actuales conducen al exterminio o al paseo nocturno o la tortura. Simplemente, transmiten un mensaje, de derecha o anarquista, de hartazgo, frente al indudable fracaso del neoliberalismo y la socialdemocracia y, sobre todo, un mensaje lógico y razonable contra Alemania.

No puede excluirse en las reacciones un componente claro de superioridad racial.

De nuevo, es Alemania y no puede ser de otra manera. Es igual que sea un alemán liberal o socialdemócrata. Viven su presunta jerarquía humana con toda naturalidad. Los payasos ganan las elecciones en Italia. Y se olvidan de su gran payaso de sangre. Italia, dicen, puede contagiarnos, como si padeciera una enfermedad repugnante y se olvidan de cómo infectaron al mundo con su ideología animal y criminal.

Esa falta de respeto alemán no está aislada. Seguramente es lo que piensan otros países. Italia está al borde del abismo o casi. Es increíble, dos tercios del electorado no valen un solo voto serio de un inglés xenófobo, de la extrema derecha española en el gobierno o de la variante ciega de la socialdemocracia.

Ni Clinton ni Obama jamás hubieran podido llegar a presidir la Unión Europea. Uno, porque toca el saxofón y le gustan las señoritas. Y el otro, porque es de color. Ambos, serían payasos, populistas y demagogos.

Cualquier populismo que no sea racista merece la condena europea. Cualquier sensibilidad por los más frágiles que no sea discriminatorio es objeto de reproche.

Es igual que se hable de Chaves o de Mandela. Todos son las víctimas de la pretendida pureza racial y del concepto de la soberbia.

Es igual el voto. No importa que Grillo sea el primer partido del Parlamento y que Berlusconi haya ganado el Senado. No es relevante que entre ambos cuenten con casi 20 millones de votos. A la derecha y fuera del sistema de partidos tradicionales. Lo que preocupa es que sean ajenos al pensamiento único.

Tanto a uno como al otro cabe la crítica política. Pero, lo que resulta inaceptable es la descalificación en base a una supuesta ausencia de seriedad y responsabilidad. La paradoja es que la inteligencia solo ilumine a Monti, un producto sin votos de la burocracia europea.

Grillo, el payaso, populista y demagogo, tiene un programa electoral que vale la pena analizar.

Primero, la denuncia del coste y corrupción de los políticos tradicionales. Abolición de la financiación pública de los partidos. Reducción a la mitad de los parlamentarios y sus salarios. Prohibición a los ex políticos de redondear salarios de oro en grandes empresas públicas o privadas inmediatamente a su cese. Una música que nos suena.

Segundo, la renta ciudadana, variante de la garantía de trabajo, procurable de la reducción del gasto militar y del despilfarro de la gestión pública.

Tercero, la renuncia a las obras públicas faraónicas. Y la eliminación de las instituciones administrativas inútiles –provincias, municipios, etc. A que también nos suena.

Cuarto, la tutela de la educación y salud pública y el medio ambiente.

Quinto, la regulación y control de la televisión, de la prensa, de los poderes mediáticos, eliminando las subvenciones y el control político.

Sexto, ilegalización de los monopolios de hecho: telefónicos, transportes, autopistas, eléctricas, petróleo.

Y, por último, la discusión sobre Europa, el euro, el neoliberalismo nazi alemán.

Los enunciados de Grillo recogen el consenso del tercio del electorado. Está muy bien para un payaso populista y demagogo.

Los que son serios premian gratis a la banca quebrada y especulativa y al corporativismo político.

Los que son rigurosos se lanzan a obras públicas inservibles y aventuras que sumen a sus ciudadanos en la pobreza y la desigualdad.

Los que piensan en profundidad acumulan paro, parálisis, miseria, estancamiento.

Lo curioso es que Grillo no haya obtenido el doble de votos que los que obtuvo.

2. El programa Grillo en España sería perfectamente asumible, quizá debería incorporar un punto específico: el primer problema que tiene el país no es el déficit, la deuda, ni siquiera el paro: el gran problema es la banca.

La intervención de todo el sistema financiero y bancario hasta que se devuelva el dinero de terceros que se apropiaron y la deuda que asumimos todos para que subsistan. Una intervención que gestione, en detrimento de sus accionistas y gestores actuales, las entidades hasta que se recupere el último euro perdido o despilfarrado.

Ahora hay que desvelar la mentira canalizada por la banca que el primer problema del país es la corrupción. No, el primer problema es la banca. Y por tanto hay que internalizar las externalidades negativas engendradas por la banca y transportadas a cada una de las empresas en quiebra, a cada uno de los trabajadores en paro, a cada uno de los deudores hipotecarios ahora deshauciados.

La renta de la ciudadanía o la garantía de trabajo es el otro punto esencial. Trabajo para los parados y para el que quiera trabajar. El Estado debe ser el empleador de último recurso.

El dinero debe derivar de la supresión del coste de la política, de las administraciones duplicadas e inútiles, de las obras públicas de interés de los concesionarios, y, por último, del gasto militar.

-Eliminar financiación pública a los partidos políticos.

-Eliminar municipios con menos de 5000 habitantes.

-Eliminar las Diputaciones provinciales.

-Reducir el número de provincias.

-Limitar la reelección de los cargos políticos a dos mandatos.

-Establecer un abanico salarial de 1-5 entre el salario mínimo y el mayor de los funcionarios públicos y cargos políticos y dirigentes del sistema financiero.

¿Y qué se hace con el euro?. Hay países que están en Europa sin renunciar a su moneda propia. La decisión de renunciar al euro conservando la afiliación europea no debería ser un dogma de fe.

Las metáforas alemanas de déficit, deuda, austeridad, en defensa de su hegemonía nacional, carecen de futuro. La alternativa democrática y social debiera invertir las prioridades alemanas en Europa: economía verde, trabajo para todos, creación de innovación y distribución del sacrificio entre todos. Es cosa de payasos, populistas, demagogos. Al menos, no es racismo del serio, ni huele a conservación de los privilegios de los más poderosos.