Revista nº 202. Fagor, un delirio de grandeza

FAGOR, UN DELIRIO DE GRANDEZA

Tulio Rosembuj

1. La realidad apenas si deja tiempo para el pensamiento. La rapidez de los acontecimientos se acumulan en crisis sistémicas, ora del sistema bancario, de países, de transnacionales y, ahora, en la que fuera la mejor de las experiencias del cooperativismo contemporáneo.

2. Mondragón señala un antes y un después del cooperativismo de trabajo. La iniciativa del Padre Arizmendiarrieta, allá por la década de los sesenta, sirvió para alimentar la ilusión de que el trabajo asociado podría ser una alternativa, sino complemento, a la economía del puro lucro mercantil.

3. Y fue cierto, la experiencia FAGOR se multiplicó, no solo en el País Vasco, a lo largo de todo el mundo. Era una bocanada de aire fresco. Buenos dirigentes con buenos socios trabajadores convertían al capital en protagonista secundario. El valor de la empresa eran los socios y el valor de los socios era su trabajo cotidiano.

4. A partir de ello el Grupo Mondragón se convierte en la referencia mundial del cooperativismo de trabajo y su efecto positivo sobre la vida cotidiana de sus socios.

5. Hubo un momento, que bien puede situarse en la década de los ochenta que el invento comienza a deteriorarse. Las causas no son ignoradas. La soberbia de los dirigentes y de la tecnoestructura privilegia el crecimiento de las organizaciones a cualquier precio, antes que la consolidación prudente de los beneficios sociales y económicos conseguidos. La idea es que les queda pequeño favorecer al socio trabajador y hay que lanzarse al crecimiento por el crecimiento, sea en el crédito, consumo, y, obviamente, trabajo.

6. Las consecuencias están a la vista. Se pierden los objetivos de justicia humana del centímetro, con la pretensión temeraria de competir con las organizaciones centradas en el capital mayormente transnacionales. Es absurdo, suicida, porque supone asumir riesgos temerarios, sin la necesaria fuerza de estructura económica, financiera, gestora, para medir la catástrofe.

7. El riesgo temerario hunde las sistema bancario y financiero en 2008. El lema dominante, sin embargo, fue, demasiado grande para dejarlo caer. Y no hubo atrevimiento para separar, segregar a las grandes instituciones, para proteger al consumidor de sus aventuras especulativas. Aquí está la semilla de la próxima crisis financiera.

8. El riesgo temerario lleva al Grupo Mondragón al final de la esperanza. No hubo mesura, austeridad, humildad, sensibilidad social. Es decir, abandonaron los principios éticos y morales de los comienzos. El trabajador dejó de ser la medida moral de la actividad y todo fue al desborde, sea en China, en Polonia, o en cualquier sitio distinto al de sus orígenes.

9. No crecieron los socios, sino los dirigentes. No crecieron los trabajadores, sino las organizaciones. O sea, Mondragón pasó a ser como el Banco Santander o el Corte Inglés.

10. Es absolutamente injusto que el precio los paguen los socios trabajadores. No porque no existan razones empresariales para proponer un concurso de acreedores o el cierre de plantes o el despido de la mitad; si no porque esas razones NO SIRVEN a la filosofía del Grupo Cooperativo.

11.Una vuelta a los orígenes: defender organizaciones medianas y pequeñas; acentuar el valor del trabajo; renunciar a los delirios de grandeza y, sobre todo, reemplazar de cuajo a toda la dirigencia que confundió el proyecto cooperativo con su propia ambición personal. Aquí no hubo corrupción ni especulación; simplemente, traición a los principios fundacionales de FAGOR. Y ahora la perplejidad del socio trabajador que no entiende ni sabe lo que ocurre. Probablemente, es la mejor explicación del fracaso estrepitoso de la autocomplacencia y los delirios de grandeza.