Revista nº 203. La desigualdad es más amenazante que el deficit y la deuda

LA DESIGUALDAD ES MÁS AMENAZANTE QUE EL DEFICIT Y LA DEUDA.

TULIO ROSEMBUJ

1.

La desigualdad es más amenazante que el déficit y la deuda pública. Una vida arruinada, enferma, desnutrida o sin techo vale más que cualquier prima de riesgo o equilibrio presupuestario. El discurso dogmatico neoliberal aturde y desconcierta. Nos hemos olvidado que no hay justicia mínima cuando los menos favorecidos son condenados en el altar del dinero, de la riqueza desvergonzada.

La igualdad de oportunidades supone ayudar a caminar a los que por razones de nacimiento, de herencia, de minusvalía, no pueden hacerlo por si mismos. Entre la cuna de plata y de hojalata hay un abismo hacia la vida como infierno.

La extrema pobreza es un verdadero escándalo cuando la minoría no cesa de acumular riqueza o renta. O, sirve de ejemplo, que hay casi doscientos dirigentes bancarios, nada menos, con rentas salariales superiores al millón de euros anuales.

La garantía de trabajo para el que lo quiera, de educación para todos y asistencia sanitaria universal o la red es irrenunciable en un ambiente en el que sistemáticamente nos bombardean con mensajes de estímulo a la injusticia, el privilegio, la desigualdad.

La renta mínima a los pobres y las ayudas generosas a los parados de larga duración no son simplemente medidas de caridad, sino instrumentos imprescindibles de justicia mínima. Otra vez:¿por qué tenemos que pagar los daños de la banca a todos los demás?; ¿por qué tenemos que pagar los impuestos que no pagan las grandes empresas?.

Es inexplicable que el único resultado de la peor crisis, depresión, recesión y/o deflación que estamos atravesando sea la concentración de la riqueza y la acumulación de la renta en el uno por ciento de la sociedad y la correlativa privación de derechos sociales mínimos al 99 por ciento restante.

La desigualdad se entiende como una necesidad para la creación de empleo mediante el renacimiento de la economía de mercado, la inversión y el crecimiento económico. O sea, de la mayor de las injusticias vendrá la igualdad posible para la mayoría. Y esto es de una falsedad absoluta. El ciclo de la desigualdad social no se atempera ni con el crecimiento ni con la crisis. Cualquiera que lo examine comprobará que ahora hay más ricos y más pobres desde el desarrollo económico hasta la recesión.

La variable de la justicia e igualdad relativa no es atributo de la economía de mercado ni de la decisión de la empresa.

Inevitablemente, sin Estado ni impuestos no hay redistribución social.La riqueza llama a la riqueza, sea cuando hay extrema pobreza o aumento del producto interior bruto.

2.

La machacante prédica neoliberal pretende convencer a los pobres que de los ricos depende su futuro y eso no es cierto. La vida de cada uno depende la ocasión, de su esfuerzo, de su mérito. Pero, no solo. Sin trabajo, educación, atención sanitaria, red de tutela social, no hay inteligencia ni sacrificio que pueda sobrevivir por sí mismo. A ver si vamos a creernos que dentro de los más de cinco millones de parados no hay creatividad, talento o ganas de crecer. Claro que las hay. Lo que pasa es que sin el soporte público y la redistribución de la renta y de la riqueza nunca podrán gozar de la oportunidad de practicarla.

Si los pobres tuvieran las mismas ocasiones legales que se ofrecen al capital; el trabajo prosperaría en modo más justo y equitativo para los parados, las mujeres, los inmigrantes y, en general, los que sobreviven en los costados de la comunidad.

La urgencia es la subvención a los más necesitados, en la línea del Earned Tax Credit Income americano, danés o ingles.

La urgencia es la creación de trabajo mediante infraestructuras públicas, ambientales y la búsqueda de yacimientos de trabajo en el turismo, patrimonio histórico y artístico, hasta ahora subvalorados.

La urgencia es la eliminación de las deducciones privilegiadas en el IRPF a las rentas del capital y de actividades económicas.

La urgencia es la reforma del Impuesto sobre Sociedades terminando con la erosión de la base imponible mediante gastos financieros, de representación, parasitarios y ampliando su cobertura hacia la renta íntegra.

La urgencia es un recargo en el IRPF sobre las rentas de vergüenza, como las que perciben los directivos bancarios o de empresas, siempre que superen una relación 1-10 con el salario típico calificado como necesario, v.g. la escala superior de retribución de la Administración Pública.

Y, finalmente, la regulación e intervención, la comisaria, de la gran banca en las operaciones de crédito para la reactivación económica. Es absurdo depender de la voluntad especulativa de la gran banca para dar oportunidad a la creación de empresa. Qué sentido tiene la petición a ella de arriesgar el dinero, cuando pueden ganar más con inversiones carentes de cualquier finalidad social.

Obama, después del Papa, dice en un interesante discurso sobre la desigualdad:”Un imparable y creciente déficit de oportunidad es una amenaza mayor para nuestro futuro que la acelerada reducción del déficit público.”

Tiene razón. No hay justificación alguna para que se esfumen millones de ilusiones porque no se alimenta la igualdad de recursos en las oportunidades. Es cierto, para que esto ocurra es necesario un poder político autónomo de los grandes intereses, del capitalismo de amiguetes, de la complicidad entre políticos y empresas, que haga uso de la disciplina pública, que expresa, a no olvidarlo, el bien común, sobre todo, mediante el impuesto y el crédito.

La igualdad, que no el déficit o la deuda, es la prioridad para salir adelante. Lo otro, son ilusiones, fantasías, que solo sirven a los mismos propósitos que nos sumieron en la crisis sistémica financiera de 2008.