Revista nº 205. La economía verde. El registro sistémico medioambiental.

LA ECONOMÍA VERDE. EL RIESGO SISTÉMICO

MEDIOAMBIENTAL.

La gran novedad, si acaso, es la acuñación institucional y organizacional de un concepto general que se expresa como economía verde .

La UNEP define la economía verde como la que resulta en mejora del bienestar humano y la equidad social, al tiempo que reduce significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas .

La premisa reúne la economía, sociedad y ambiente y recursos naturales en torno al desarrollo sostenible. Un paradigma que se empeña en el crecimiento económico contribuyendo a la erradicación de la pobreza y la protección de los ecosistemas y recursos naturales.

En su expresión más simple, afirma UNE, la economía verde reduce las emisiones de carbono y la contaminación, es eficiente en el uso de los recursos naturales, es socialmente inclusiva e impide la pérdida de la biodiversidad .

El concepto no es meramente descriptivo, por cuanto está incorporado

en la Declaración del G 20 de Los Cabos de 18-19 de junio de 2012 y, asimismo, en la Declaración El Futuro que queremos, Rio + 20, de Naciones Unidas, de 24 de julio 2012 .

No es casual que haya sido en el campo de la sostenibilidad ambiental donde se comenzara a reconocer la importancia de los sistemas complejos.

Por un lado, la precaución para fundar la incerteza e imprecisión de su previsión, ante el riesgo de desastres naturales y sus consecuencias sociales y económicas y por otro, los eventos catastróficos irreversibles que informan los escenarios del cambio climático debido a la producción y el consumo de combustibles fósiles.

La precaución, también, empieza en el marco ambiental. La diferencia entre la catástrofe ambiental y la financiera reside en que la primera es presupuesto de la continuidad del bien ambiental hacia el futuro. Una vez que se extingue, resulta irrecuperable.

La segunda, es perfectamente sustituible, menos en los daños que causa .

La interdependencia de los agentes singulares exhibe un escenario en el que aparece un comportamiento sistémico que no puede desprenderse de los comportamientos individuales. La interdependencia anticipa la imprevisibilidad de las consecuencias ante cambios aparentemente menores: la influencia sobre la fauna sobre la flora, el aire, el suelo, el agua. La posibilidad de sorpresa es coexistente al sistema medio ambiental. La no linealidad supone incertidumbre porque las decisiones se basan en criterios basados en hechos que no se conocen en su plenitud, lo cual obliga a la precaución como método de operación ordinario .

Farber señala el cambio climático y la estabilidad del mercado financiero como ejemplos en los que la incertidumbre alimenta riesgos que no se interpretan correctamente. El sentido es que en ambos sistemas complejos los comportamientos colectivos derivados de los comportamientos individuales o singulares no indican las propiedades sistémicas. Al contrario, pueden conspirar contra su robustez y flexibilidad ante situaciones imprevisibles .

La economía verde es fuente de externalidades negativas de variada naturaleza, así como de algunas externalidades positivas atribuibles a algunos sectores o sujetos, que no se reflejan plenamente en el coste de producción y consumo. El desconocimiento de las externalidades significa que pueden provocar distorsiones en los mercados, por lo que parece obvio tender a que afl ore el pleno coste de los activos, bienes y servicios, calculando en particular

la parte de la economía de la naturaleza que no se refleja en las cuentas públicas y de los particulares. Las señales de precios que la sostenibilidad reclama incluyen incentivos económicos conocidos, sea a través de impuestos, regulación o sistemas de derechos de emisión, subvenciones .

Los costes externos de la empresa, fuera de sus balances, se desplazan sobre los otros. El daño ambiental o social no se valora ni se computa, creando fallos en los mercados, puesto que no hay un precio que refleje en plenitud la verdad de los costes .

Pero, siendo consecuencia de la economía de mercado; vale la pena distinguir entre externalidades, porque, en lo que aquí importa, conviene detenerse en las que son negativas y adoptan una naturaleza sistémica. Esto no supone desconocer las externalidades negativas provocadas en la agricultura, el agua, la alimentación o la deforestación. En ningún caso puede predecirse que no haya sistemas ambientales a riesgo, bajo condiciones de incertidumbre, que pueden conducir a crisis sistémicas, v, g. biodiversidad. Pero, si esto es correcto, no lo es menos que el orden jerárquico coloca el cambio climático como el más próximo a una crisis sistémica global y de efectos devastadores, análogo a la crisis financiera sistémica; sin que ello suponga descartar otras crisis sistémicas ambientales, sociales, económicas relativas de potencial poder convulsivo.

Los combustibles de origen fósil ignoran en sus costes el cambio climático que su producción y consumo genera. Esto obliga a poner precio a las emisiones contaminantes de dióxido de carbono en el aire. Y los mecanismos planteados son la regulación o disciplina legal, el impuesto o un sistema de derechos de emisión .

En la reciente Conferencia de Rio y en el G 20 de México se afirma, coincidentemente, que el cambio climático conforma una prioridad mundial urgente y sus costes serán cada vez mayores si se retrasan las medidas oportunas .

La transición hacia la economía verde podría apelar a los nuevos instrumentos innovadores-innovative taxes- de financiación.

En verdad, se puede llegar al impuesto sistémico desde la propia esfera de preocupación del calentamiento global y más lejos aún.

Los instrumentos financieros innovadores aparecen, desde muy reciente, en una categoría comprensiva denominada como finanza climática-climatic fi nance. La definición que se propone atiende a los recursos que cataliza el desarrollo resistente al cambio climático y de bajo uso de carbono, cubriendo los costes y riesgos de la acción climática, facilitando la capacidad para la adaptación y moderación y estimulando la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías.342

Así, desde las Naciones Unidas se defiende la institución de la Carbon Tax, del impuesto sobre transporte internacional-aéreo y marítimo-, alguna forma de impuesto sobre las transacciones financieras y a la eliminación de las subvenciones al uso de los combustibles de origen fósil .

Asimismo, a grandes rasgos, tal es la propuesta del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial al G20 .

La preferencia por el impuesto sobre emisiones de carbono recalca su amplia base y potencial recaudatorio y la reducción de la externalidad sistémica contemplada, lo cual permite mantener los ingresos tributarios actuales, propiciando la mejora del tratamiento fiscal de las empresas , trabajadores , familias , en otros impuestos directos. Pero, curiosamente, comprende nuevos impuestos sobre el sector financiero como una manera para recoger dinero para la finanza climática, sea sobre transacciones financieras o sobre beneficios excepcionales de las instituciones financieras .

De modo que ante el desafío del cambio climático aparece una categoría de nuevos instrumentos de innovación financiera, entre ellos los impuestos sistémicos, reunidos en torno a la idea de una hacienda o finanza climática.

La finanza climática deviene la conexión entre economía verde, externalidades negativas cuyo impulso urgente es afrontar el calentamiento global y concluye en el contenido de innovación financiera a través de impuestos sistémicos globales: la recaudación de recursos, predecibles y estables vinculados a la idea de bienes públicos globales y que comparten el doble dividendo, esto es, proporcionar recaudación y reducir la externalidad negativa asumida como objeto del tributo, por ejemplo, gravar las emisiones contaminantes de carbono, el impuesto sobre la aviación; el uso de recursos naturales escasos o en vía de extinción o a aquellos como el financiero, beneficiados especialmente por la globalización mediante impuestos sobre las transacciones o las divisas .

Fue Pogge el que aludió a la pobreza sistémica y la necesidad de erradicarla mediante el pago por el uso de los recursos naturales. La idea de la economía verde es inseparable de la erradicación de la pobreza en la agricultura, los bosques, la pesca, el agua y, en general, en el uso de recursos naturales escasos o en vías de extinción. La reducción del daño ambiental y la escasez es compatible con la erradicación de la pobreza y la desigualdad social .

La finanza climática de la economía verde tiene a ciertos impuestos sistémicos entre sus fuentes. No solo los que ya he citado, sino otros que se inspiran en los objetivos propuestos, por ejemplo, los cánones por derechos minerales en áreas offshore fuera de los límites territoriales de los países o en la Antártida-global commons o el recientemente indicado impuesto internacional sobre multimillonarios del 1% sobre el patrimonio individual superior a los mil millones de dólares o más .

La complejidad hace extraños circuitos. Desde el ambiente al sistema financiero; desde la economía de mercado a la economía verde; desde la hacienda pública ordinaria a la hacienda climática o innovadora. No es la crisis sistémica financiera, si no el descubrimiento que hay otras fallas sistémicas en la economía global, que pueden conducir a riesgos y accidentes globales catastróficos. Por eso, hay que poner sobre la mesa de las decisiones todos los riesgos que aparejen perjuicios globales, cualquiera que sea el país y los ciudadanos y beneficios singulares, de sectores, de instituciones, de mercados. De lo contrario, la globalización se convierte en una vía unidireccional a favor de los que pueden aprovecharse de sus ventajas, rehusando sus responsabilidades sobre los demás.

Tulio Rosembuj, catedrático de Derecho Financiero y Tributario de la Universidad de Barcelona.