DIEZ AÑOS: NO ES NADA

No es por nada, pero todos estamos mejor que hace una década. El crecimiento nos ha beneficiado como país y, en general, como personas. El problema es que, también, estamos peor. ¿Por qué?. Básicamente, porque crecer no significa madurar. Ni los unos ni los otros, gobierno, empresas, sindicatos, instituciones, han aprovechado el viento favorable para mejorar. Hemos actuado como si la buena fortuna nos fuera a durar mil años. El optimismo ciego e irracional, el infantilismo, marcó nuestros últimos diez años.

Es fácil, podría afirmarse, que a toro pasado se diga lo mal que se hizo y como hubiera podido hacerse mejor. O sea, como si uno fuera economista e hiciera la profecía sobre la Edad Media o el siglo pasado. Pero, no obstante, sin falsa modestia, en algunos momentos desde éstas páginas virtualmente clandestinas, volcamos opinión, lamentablemente, ratificadas por el paso del tiempo.

¿Cuántas lineas de esas opiniones conservan su actualidad?.

Primero, España no se toma en serio el desarrollo sostenible. No hubo ni hay voluntad política de centrar el desarrollo económico en tecnologías limpias, ahorro de energía, recuperación, reciclage y eliminación de residuos. Por eso, la fiscalidad ambiental no prosperó ni tiene visos de hacerlo. No hay infraestructura ambiental ni industria ambiental porque falta cultura y decisión para ello. No se puede crear trabajo dependiente consintiendo solo la especulación inmobiliaria y el turismo. El economicismo del ladrillo y el turismo barato fueron bálsamos, mientras duraron, de falsa tranquilidad de conciencias.

Segundo, España prefiere el escaparate al almacén o al sótano. Millones de euros se despilfarraron año tras año, desde el Estado, las autonomías, los ayuntamientos, para fiestas mayores, circos(Forum), exposiciones(Zaragoza) sin otro sentido que el de estar en páginas de diarios o pantallas de televisión.

Tercero, la estrategia tributaria consiste en atrapar los insectos y dejar libres a los grandes reptiles. No hay pequeño contribuyente que no reciba su requerimiento y/o sanción. No hay gran contribuyente que no esté tutelado por las fallas del sistema tributario o por la movilidad de su capital hacia otros sirios menos visibles. La viscosidad superreglamentaria de la ley tributaria aumenta en forma desmedida las obligaciones formales, permitiendo el engaño substancial a cambio de la presentación formularia. La Agencia Tributaria prefiere comprobar las formas, que descubrir los fondos. Es una réplica de la cultura del escaparate.

Cuarto, la defensa del contribuyente ante la justicia es una guerra perdida. La justicia le ha dado a la espalda y prevalece solo el interés de la Administración. No hay equilibrio en la relación entre el particular y el Estado(o autonomía o ayuntamiento). La coacción administrativa sigue en via judicial. “Lasciati ogni speranza voi che entrate”. Diez años atrás todavía creíamos en la relación constructiva entre el ciudadano colectivo y la Administración, el consenso mínimo entre ambos. Hoy eso es el pasado.

Quinto, la danza en torno a billetes de quinientos euros dura mientras dura. Ahora, al acabarse, aparecen las señales. El sistema educativo en franca quiebra; el sistema universitario a nivel búlgaro. El capital humano, que es el único que nos puede hacer madurar y no solo crecer, en retirada. Sabemos menos, conocemos poco y la masa de información nos llena el cerebro de burbujas desordenadas. Las nuevas tecnologías al servicio del SMS y de Facebook.

Sexto, la criminalidad organizada campa por sus fueros en el mercado, aprovechando la alegre especulación de la década. Estuvimos de suerte(¿) con su presencia; ahora lloraremos su marcha hacia otros mares de ventura.

Y, sin embargo, aún podríamos.

El giro hacia el desarrollo sostenible; el pacto entre ciudadano y Administración tributaria, mediante concesiones recíprocas; el control del gasto público improductivo y despilfarrador; la estrategia tributaria concentrada en las tramas de fraude fiscal organizado; la simplificación formal del sistema tributario. Y un gasto público creador.

El acento en el gasto público suficiente, lo que equivale a decir, más de lo que se ha propuesto. El efecto multiplicador del gasto no funciona si el motor no se enciende. Lo que se ha hecho hasta ahora es una mezcla de gasto con miedo al déficit. La teoría y la práctica histórica nos dicen otra cosa:olvidémonos del déficit público y dirijamos nuestros esfuerzos a la construcción de cosas nuevas que generen inversión y empleo.Y si superamos Maastricht, mala suerte, ya se corregirá.El gasto público es hoy por hoy lo único que nos preserva del naufragio. Lo único que se pide es un esfuerzo intelectual para que los fondos no vayan a hacer agujeros y taparlos; sino hacia las nuevas tecnologías, las energías renovables, las obras de trasvase de agua, la reforestación, la agricultura orgánica, los edificios y viviendas de mínimo consumo ambiental.

Y las cuatro medidas urgentes por los próximos cinco años, ya dichas, de movilización social y económica.

-suspender el IRPF sobre las indemnizaciones de cese y despido hasta que se encuentre empleo.

-exención plena del subsidio de desempleo.

-impuesto sobre las superrentas.

-amnistía fiscal mediante la emisión de deuda pública a cinco años, afectada a proyectos de desarrollo ambiental.

Esto no es mucho para justificar nuestros diez años de existencia. Pero, al menos, tenemos el consuelo de haberlo dicho antes de que pasara.

Tulio Rosembuj

Catedrático de Derecho Financiero y Tributário