Una lección magistral.

La decisión de la U.E. de privilegiar al Pacto de Estabilidad el proceso de crecimiento económico tiene la solera de la sabiduría, de la experiencia y el escepticismo.

 

No se entiende como y por que puede preferirse un dogma inútil a la dura realidad de los hechos. Esto solo pasa cuando hay un conocimiento banal y una arrogancia francamente narcisista.

 

Francia y Alemania tienen razón: el crecimiento es preferible a la panacea del equilibrio presupuestario, salvación de cementerio. Una lección magistral contra los fundamentalistas financieros que elevan a merito el déficit cero cuando es solo un expediente contable, sin significado social ni económico.

 

Bush y ahora la Unión Europea, con la lección de otras épocas, saben que de presupuesto equilibrado se debe vivir, pero no morir.

 

Llama la atención la extrema oposición de España. En poco tiempo se acabarán los fondos sociales europeos (casi un 1.5 del P.I.B.) y, entonces, o se va al déficit o se aumentan los impuestos. Si España tuviera los problemas de Francia o Alemania, según la doctrina oficialista, debería ir sin solución de continuidad al aumento de los impuestos. O sea, una clara contradicción con la política que se persigue.

 

Aún más: ¿a quien se le ocurre fiarse de la tecnocracia?

 

Es temerario jugar el destino de un país a la profecía irresponsable de sabios de pacotilla, de cultores racionales de la explicación del pasado, pero totalmente incompetentes al momentos de descifrar el futuro.

 

Una lección importante de la vieja Europa: los dogmas están para incumplirlos y aquellos que se cree no son más que párvulos en la montaña rusa. En verdad, confunden acuerdos políticos con reglas constituyentes. Una cosa es respetar el derecho fundamental y otra bien distinta es hacer caso a las balandronadas, a los sonajeros de económetras y artistas, de actores de parques temáticos. La vida de los pueblos es algo demasiado serio como para dejarla en manos de los aspirantes a brujos. Así le fue a Argentina con el estúpido deseo de la inconvertibilidad de la moneda y a punto estuvo de padecer lo mismo la Unión Europea. Si Francia y Alemania no existieran, habría que inventarlos.

 

El narcisismo es la degeneración de la autoestima. El espejo no solo dice la verdad, sino que devuelve una imagen que no tiene nada que ver con los tozudos y obstinados hechos.

 

Al despedir el 2003 deberíamos confiar que el 2004 nos traiga menos soberbia, menos ignorancia y más respeto por los mayores. No todos podemos ser Francia o Alemania, aunque sea duro aceptarlo.